En estos momentos, grupos de jóvenes de bachillerato pertenecientes a la universidad pública están frente a la sede del gobierno de Jalisco reclamando más dinero para la institución.
No fueron solos a manifestarse. La prueba está en algunos periódicos en los que aparece un desplegado del Consejo de Rectores de la Universidad de Guadalajara haciendo cuentas: “Nos han dado 130 millones de pesos y nos faltan 390 millones de lo que pedimos que nos dieran adicionalmente este año”.
El caso es jalisciense, pero sucede en muchos lugares de América Latina: los jóvenes son pretexto, más que objetivo social. Por eso no extraña que en México la tasa de desempleo general sea de 5.3% de la Población Económicamente Activa (PEA), pero casi se duplica, a 9.2% entre los jóvenes de 14 a 29 años.
En un país de 108 millones 292 mil personas, revelan las cifras oficiales más recientes, México tiene dos millones 486 mil trabajadores en el desempleo, más cinco millones 598 mil personas interesadas en laborar y generar un ingreso, pero que no buscan empleo porque consideran que no tendrán un lugar adecuado en el mercado laboral.
Del total de trabajadores mexicanos en el desempleo, señalan los datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), 222 mil tienen primaria incompleta como nivel máximo de estudios, 486 mil cuentan con primaria completa, 942 mil, con secundaria, y 834 mil tienen estudios superiores. Dicho en otras palabras, a mayor educación, mayor probabilidad de enfrentar el desempleo. Sólo en Jalisco hay formalmente 52 mil trabajadores desempleados, de los que 42 mil viven el área metropolitana de Guadalajara.
La semana pasada se generó un debate entre autoridades federales y el rector Narro de la UNAM, quien aseguró que hay siete y medio millones de personas de 14 a 29 años en México en condición Nini (Ni estudian, ni trabajan).
¿Qué estamos haciendo por los jóvenes? Realmente poco. Si no estudian y llegan al mercado laboral, se encontrarán con empleos mal remunerados. Pero si estudian y alcanzan grados superiores, son tantos para los puestos mejor remunerados que deprimen el sector y deprecian los salarios.
El problema que vivimos con todos nuestros jóvenes ahora es obra de la falta de políticas suficientes en los últimos 20 años para formarlos y luego colocarlos en una actividad productiva que les represente una vida plena. Pero lo que hoy sucede no está muy lejos de lo que ocurría en el pasado. Todas las instituciones de educación superior, incluidas las de mayor prestigio, generan cada año nuevos profesionales que objetivamente no tendrán posibilidad de ejercer lo que estudiaron.
El problema es multifactorial. Requiere muchos esfuerzos de coordinación y acuerdo entre autoridades, instituciones educativas y dirigentes de los sectores productivos. Mientras esto no se haga, las familias seguirán a ciegas empujando a sus hijos en el desarrollo de su vida. Y luego los jóvenes serán empujados a la calle por universidades que quieren arreglar, de esta manera, sus pugnas con los gobiernos.
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