El problema que está viviendo Mexicana de Aviación, que por muchos años fue la aerolínea líder de México y una de las principales de América Latina, traerá perjuicios a los viajeros y tendrá un impacto inevitable en la industria turística nacional.
Surgida en 1921, Mexicana creció con absoluta libertad al amparo de un sistema político paternalista que la privilegió. Por muchos años fue la única forma de volar entre la ciudad de México y muchos destinos nacionales con alto poder adquisitivo: Minatitlán-Coatzacoalcos, por ejemplo.
Aeroméxico tuvo que acomodarse en lo que Mexicana no consideraba vital para sus operaciones, tanto en México como en el resto del mundo. Mientras “Los Patos”, como despectivamente los de Aeroméxico apodan a su competencia por la resistencia tuvieron a cruzar los océanos Pacífico y Atlántico mientras ellos lo hacían, Mexicana se consolidó como la aerolínea nacional con más vuelos hacia Norte, Centro y Sudamérica.
Por el proteccionismo del que gozaba, fue incapaz de soportar las crisis económicas de 1982 y 1994-1995. Tuvo que recibir apoyo gubernamental y subsidios fiscales de los mexicanos. Pero su estructura operativa, sus contratos colectivos con pilotos, sobrecargos y personal de tierra se mantuvieron con una lógica distinta a la vinculada a obtener cada vez mejores resultados económicos. El paternalismo gubernamental siguió protegiendo a la aerolínea de sus propios errores y del surgimiento de competencia: Taesa, Aerocalifornia, Aviacsa, ahora todas desaparecidas.
El ascenso del Partido Acción Nacional (PAN) al gobierno federal trajo nueva competencia aérea, y una incapacidad para resolver si fusionar o no a las dos aerolíneas bandera mexicanas. Al final, en 2005, fueron privatizadas por separado.
El nuevo dueño de Mexicana, el empresario hotelero Gastón Azcárraga, obtuvo un complemento a sus negocios que pudo ser estratégico. Sustituyó la vieja flota propia de Boeing 727 por aeronaves Airbus rentadas, en su mayoría, y apostó por endeudarse para aumentar las generosas utilidades que siempre había tenido cuando gozaba de exclusividad. Pero nunca hizo un análisis profundo sobre lo que ya se veía venir: más competencia (con Interjet y Volaris a la cabeza), y una crisis económica internacional que transformaría dramáticamente la aviación internacional. Azcárraga no lo vio, o no lo quiso ver.
Hoy Mexicana tiene 480 rutas diarias nacionales e internacionales, suspendidas, una estructura de vuelos que se creó en tiempos de holgura gubernamental que en buena medida no es rentable, y una estructura de costos onerosa, incapaz de sostenerse con sus ventas.
A Gastón Azcárraga lo que le interesa ahora es salir del negocio aéreo y concentrarse en sus hoteles en el país, Fiestamericana y Fiesta Inn, entre otros. No pudo con el reto de modernizar a Mexicana, y ahora enfrenta una deuda por más de 15 mil millones de pesos. La aerolínea tiene dos opciones: ser comprada por un inversionista capaz de acordar con el personal y el Gobierno duras medidas de ajuste para volverla rentable, o la quiebra y desaparición de la empresa aérea decana del país.
En esta situación, ¿qué va a pasar con los viajeros? Es muy probable que la aviación nacional empequeñezca su presencia nacional, y que aerolíneas extranjeras ocupen los espacios abandonados por Mexicana en vuelos internacionales. También es probable que, independientemente de lo que ocurra con la aerolínea, sus competidores nacionales frenen la pugna de tarifas, ante la necesidad de recuperar lo que la crisis económica y la influenza humana A H1N1 les causó en pérdidas en los últimos dos años. En consecuencia, para los mexicanos volar se encarecerá.
Pero el principal afectado será la industria turística nacional, que inevitablemente verá caer el número de visitantes, con pérdidas para hoteles, restaurantes y centros de diversión, y toda su cadena de proveedores durante los siguientes tres años. La crisis para todos ellos inevitablemente se extenderá.
La falta de visión estratégica de Azcárraga hizo de una oportunidad de negocios una tragedia para el país.
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